martes, 29 de octubre de 2013

“Terminaremos jubilándonos a la misma edad pero con una pensión del 40%”


“Terminaremos jubilándonos a la misma edad pero con una pensión del 40%”

  • José Luis Tortuero asegura que los planteamientos de trabajar hasta los 70 años son de “imposible cumplimiento”.
  •  “Para que los jóvenes tengan fe en el sistema de pensiones hay que trabajar sobre el empleo digno”.

José Luis Tortuero, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Complutense de Madrid, y miembro del Comité de Expertos sobre el Factor de Sostenibilidad del Sistema Público de Pensiones, imparte la conferencia 'La reforma de la pensión de jubilación' en el Centro Cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián.

Pregunta: Según la última reforma, ¿qué es lo que pretende a hacer el Gobierno de España con su sistema público de pensiones?
Respuesta: La crisis, la seguridad social y el sistema de pensiones han convivido con periodos de crisis y de bonanza. El problema es que ahora tenemos el peor de los escenarios. Lo que se consigue con reformas de este calado es romper el compromiso social, romper el pacto de Toledo, crear alarma social y no es el momento idóneo para provocar todo esto. Lo que ocurre es que Bruselas nos ha puesto fecha; le ha dicho al Gobierno que el factor de sostenibilidad tiene que estar listo antes del 31 de diciembre. El impacto fuerte es el que en el proyecto de ley se llama Índice de Revalorización, que produce un impacto de ahorro a partir del día 1 de enero porque mientras estemos en situación de crisis, las pensiones no subirán más de un 0,25%.
Eso no es congelar las pensiones en términos absolutos pero si hacemos cálculos el incremento es tan mínimo que no puede afirmarse que las pensiones se revaloricen. Si esto lo hacemos con efecto permanente, no estamos llevando a cabo medidas de lucha contra la crisis, estamos haciendo otra cosa. Habrá problemas con la población, porque ésta envejece, pero eso lo sabíamos hace 40 años, no lo hemos descubierto hoy y sin embargo no hemos hecho nada nunca. Plantearnos ahora los retos que vamos a tener  que hacer en 2050 en la situación en la que estamos me parece cuanto menos discutible. Si eso lleva implícito romper todos los pactos que nos ha costado tanto trabajo construir, me parece que no es una decisión acertada.
P: Las previsiones aseguran que para 2050, la mayoría de la población estará comprendida entre los 65 y los 85 años. ¿Hay una vía menos contundente que la actual para que el sistema público de pensiones siga siendo viable bajo estas condiciones?
R: Lo que debemos hacer es trabajar sobre el empleo y  sobre la productividad al margen de trabajar sobre la estructura demográfica. Sabemos desde finales de los años 80 que nuestra tasa de natalidad es bajísima, hemos llegado a ser el país del mundo con menor tasa de natalidad, y en cambio no tenemos ni una sola medida que incentive esto. Hemos paralizado todas las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar; no tenemos ni una sola medida de incentivación de la permanencia en activo de los mayores de 55 años; no estamos haciendo nada en materia de I+D para que nuestras tasas de productividad mejoren. Hay muchas cosas que hacer que no sean tijera, que es lo fácil.
P: ¿Y es el envejecimiento de la población la causa real del problema? ¿O es la excusa para justificar que el sistema es insostenible?
R: Detrás de lo catastrófico hay una segunda lectura, y en este caso es la privatización. Hay que hablar con claridad y despejar los escenarios. La crisis exige determinado tipo de medidas que son coyunturales y van dirigidas exclusivamente a la crisis. Los problemas demográficos tienen otro planteamiento que además no produce efectos de la noche a la mañana, pero hay que enfrentarse a ellos. Tenemos que ocuparnos de la población activa, si es ésta quien sustenta el sistema de pensiones pero cada vez tenemos menos empleo indefinido, menos salario, más precariedad laboral y menos productividad. Con este panorama, no es que el sistema público no pueda aguantar, es que no podrá hacerlo ni el público, ni el privado, ni ninguno.
Si utilizamos una política muy agresiva que asuste a los ciudadanos, la reacción inmediata es sálvese quien pueda, y eso suele llevar a huir a las privatizaciones o hacer que el sistema cambie a la larga, pero es un error. En los periodos de crisis como el que tenemos, los resultados que han dado las pruebas en los sistemas privados de capitalización han sido nefastos. Yo soy un defensor absoluto del sistema publico.
La experiencia de todos los países latinoamericanos que hicieron grandes reformas obligados por el Fondo Monetario Internacional, se han dado cuenta con el paso de los años, de que la solución los está llevando hacia un sistema más similar al europeo, realmente más parecido al que ellos mismos tenían antes. En Europa no ha habido esas reformas tan agresivas sino pequeñas reformas, sin grandes transformaciones en sus sistemas y por algo será. Lo privado tiene su espacio, pero éste es complementario y no debería tener más.
P: ¿Podrían llegar a buscarse otras fuentes de financiación complementarias para evitar dañar tanto el sistema de pensiones?
R: Sin duda, es imprescindible. Nosotros tenemos una ventaja ahora y es que estamos utilizando nuestro propio ahorro pero en otros periodos de crisis lo que hemos utilizado son los presupuestos del Estado. Otros países han creado cotizaciones solidarias o han usado parte del IVA en periodos necesarios. Evidentemente el principio constitucional de que el Estado debe garantizar el sistema de pensiones sigue vigente, y el Estado por lo tanto, tendrá que aportar desde los fondos públicos para que el sistema se mantenga.
P: ¿Qué esperanza queda para los jóvenes de hoy en día, que apenas pueden acceder al mercado de trabajo de manera digna para empezar a sumar años de cotización?
R: A los jóvenes hay que decirles que tienen todas las garantías porque ese es el elemento esencial del mercado. Hay que trabajar sobre el empleo. Para que los jóvenes tengan fe en el sistema de pensiones hay que trabajar sobre el empleo digno, sobre el empleo indefinido y no fomentar las condiciones precarias de empleo de parcialidad, horarios precarios, salarios pequeños. Si miramos el ejemplo de Alemania y las condiciones del pacto político el salario mínimo son 1.200 euros; podríamos mirarnos en ese espejo y no en el espejo de los contratos de los 400 euros. Si el elemento de garantía del sistema de reparto es la población activa donde más hay que trabajar es en el empleo y no lo estamos haciendo. Si conseguimos un país con una población de élite muy pequeña, una clase media medio destruida y unos niveles de pobreza inmensos, estamos diseñando un país que no queremos nadie.
P: ¿Queda alguna alternativa a la resignación y los planes de pensiones privados? ¿Estamos abocados a trabajar hasta la muerte?
R: Yo creo que no, esas propuestas de trabajar hasta los 70 años son planteamientos engañosos. Si a día de hoy los trabajadores son expulsados del mercado laboral en el entorno de los 57-58 años y tienen que acogerse a pensiones muy reducidas con jubilaciones anticipadas, cabe pensar que en el futuro terminaremos jubilándonos a la misma edad pero con una pensión del 40% menos. No hay nadie que trabaje hasta los 70 años y estas cosas hay que explicárselas a los ciudadanos con claridad. Lo que hacemos si no es engañar. Plantear como ha hecho la patronal, trabajar hasta los 70, es un planteamiento de imposible cumplimiento; ¿eso qué significa?, que las pensiones se van a reducir, pero como no pueden decir que las pensiones se reducen, nos cuentan que vamos a trabajar hasta los 70, pero no; hay que hablar con claridad.
P: Las pensiones afectan a un sector desprotegido de la sociedad, ¿de qué manera debería afectar en cualquier toma de decisión el debate ciudadano?
R: Eso es lo único que nos queda. Charlas como la celebrada en el Koldo Mitxelena, en las que los profesores Landa y Terradillos han asumido la preocupación sobre las pensiones y en lugar de celebrar un acto cerrado en la universidad para un sector intelectual e investigador, han traído el debate al centro de la ciudad para que hablemos para todos los ciudadanos durante dos horas. El esfuerzo es loable. La universidad no se ha centrado en un entorno cerrado de intelectuales sino que ha abierto el debate al publico para que la ciudadanía sea la que a través de los medios que tiene, se pronuncie acerca de lo que quiere. 

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